Psicología Migrante https://psicologiamigrante.com/ Psicólogo especializado en inmigración Tue, 31 Mar 2020 15:13:37 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.7.3 Coronavirus. Una perspectiva psicosocial https://psicologiamigrante.com/coronavirus-perspectiva-psicosocial https://psicologiamigrante.com/coronavirus-perspectiva-psicosocial#respond Wed, 25 Mar 2020 20:13:11 +0000 http://psicologiamigrante.com/?p=1176 Coronavirus. Una perspectiva psicosocial Estamos viviendo uno de esos episodios históricos que marcará, en mayor o menor medida, el curso de nuestras vidas. Nos enfrentamos hoy a un “enemigo” externo, extraño. Es la humanidad contra el virus. La humanidad, nosotros, más allá de toda nacionalidad, genero, religión y/o ideología; contra

La entrada Coronavirus. Una perspectiva psicosocial se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>

Coronavirus.
Una perspectiva psicosocial

Estamos viviendo uno de esos episodios históricos que marcará, en mayor o menor medida, el curso de nuestras vidas. Nos enfrentamos hoy a un “enemigo” externo, extraño. Es la humanidad contra el virus.
La humanidad, nosotros, más allá de toda nacionalidad, genero, religión y/o ideología; contra un enemigo común que en su lucha nos puede tanto unir como dividir.

Este enemigo es externo, sí, pero depende de nosotros para su éxito. Depende de nuestra forma de comportarnos, lo cual, a su vez, solo puede entenderse dentro de nuestra sociedad actual. Hay aquí muchos niveles y enfoques desde los que analizar la situación, yo me voy a centrar en un enfoque psicosocial y personal.


¿Guerra o lucha?

El “frame” de la guerra ya se promulga por los medios de comunicación. Conjuro que se invoca siempre que se pretende restringir libertades. El uso de esta metáfora es probablemente apropiado para el caso, ya que las restricciones son necesarias, pero personalmente no me agrada, prefiero el de la lucha sin más.

Luchar contra este enemigo es luchar contra nuestro propio comportamiento social y luchar contra uno mismo implica responsabilizarse de lo que uno hace o deja de hacer en su entorno. Responsabilidad social que va del uno hacia los demás y que suele derivar en actitudes y acciones solidarias.
La idea de la guerra implica también lucha, pero esa lucha es externa. Además de poner mayor énfasis en la obediencia, es una narrativa que suele llevarnos a buscar villanos a los que culpar. Siendo éste un enemigo invisible, buscamos villanos reconocibles que de cierta manera nos eximan de mayor responsabilidad social que la de obedecer.

Justicieros de balcón, cada día son más.

Que no se me mal entienda, no digo que no tengamos que obedecer las reglas, digo que la actitud con la que lo hagamos marcará el rumbo que tomemos como sociedad, especialmente ante la crisis que se extenderá y ante el gran desafío del cambio climático.


Libertad y solidaridad

Escribo, por supuesto, desde mi perspectiva personal y desde la actitud que decido tomar.
En relación a la restricción de libertades he de decir que para mí la libertad realmente reside en poder elegir mis propias cadenas. Incluso cuando estas me vienen impuestas, puedo elegir si aceptarlas como propias o no.
Me sentiré libre siempre que estas cadenas suenen a empatía y solidaridad. Las aceptaré como mías y aceptaré, de igual modo, las decisiones externas de personas más inteligentes y preparadas que yo, siempre que entienda que sus intereses son los míos, los intereses de un nosotros no excluyente.

Si es así, que rujan las cadenas, que rujan de Berlín a Madrid, de Wuhan a Lesbos, de Manila a Santiago. Si es así, a pesar de toda esta tragedia, el mundo puede salir reforzado para afrontar los cambios que nos toca tomar.


La lucha por los recursos

Las situaciones en las que existe una “lucha por recursos” tienden a despertar nuestro instinto de protección. Quizás en este caso no sea tanto el “primero yo”, pero desde luego, sí el “primeros los míos” y mientras mayor sea el peligro percibido, más excluyentes seremos con quien pertenece a estos “míos”.
Algunos hacen de ese instinto un valor y lo llevan como bandera; otros, sin defenderlo, podemos ser igual de vulnerables ante él dependiendo de las circunstancias.

Cuando la lucha por los recursos se intensifica, el miedo al otro aumenta. Ante un enemigo invisible, buscar culpas y culpables adicionales es una estrategia de afrontamiento que, además de disminuir nuestra responsabilidad social más allá de lo que dictan las normas, nos ayuda también a afrontar la incerteza y la inseguridad. Los recelos, la envidia, el “sí, pero tú más…”. Miedo, dolor, frustración, furia; estado de odio que reprime nuestra capacidad de empatizar, que remplaza el sentimiento de solidaridad por el de constante injusticia.

Estás son cadenas que no pienso aceptar como mías y es que el miedo puede llegar a ser un buen consejero, pero es siempre un nefasto director.

Se ha acabado el papel higiénico.


Concluyendo

Nos encontramos en un túnel mal iluminado, pero por ese mismo motivo la luz al final se percibe más intensa. Nuestras prioridades están cambiando, lo verdaderamente importante vuelve a ganar importancia. Salir con tus amigos, ver a tu familia, abrazar a tus abuelos…

Ojalá pueda abrazar a mi abuelo.

El ritmo de nuestras vidas se ha ralentizado muchísimo y, como al montar en bici, mantener el equilibrio se nos dificulta. Deberemos aprender a vivir a otra velocidad, a responsabilizarnos en vez de dejarnos llevar, a luchar también contra nosotros mismos para poder crear una sociedad más solidaria, más fuerte. Lo superficial pierde importancia, los motivos se aclaran y los valores se reordenan: vida, salud, alegría compartida, luz natural.

Que a esta tragedia le demos un sentido, que el sufrimiento nos sirva para algo y que ojalá, lo que aprendamos, no lo volvamos a olvidar.

D.Guerra

Fotografía de portada de Jenny Yang en Unsplash

La entrada Coronavirus. Una perspectiva psicosocial se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>
https://psicologiamigrante.com/coronavirus-perspectiva-psicosocial/feed 0
¿Dónde reside el atractivo psicológico de la ultraderecha? https://psicologiamigrante.com/atractivo-psicologico-ultraderecha https://psicologiamigrante.com/atractivo-psicologico-ultraderecha#respond Tue, 14 Jan 2020 06:57:12 +0000 http://psicologiamigrante.com/?p=1165 ¿Dónde reside el atractivo psicológico de la ultraderecha? Acabamos de entrar en los años 20 y vemos como durante la última década han resurgido y ganado poder partidos de ideología de ultraderecha que a muchos nos ha hecho recordar aquello de que quienes olvidan su historia están condenados a repetirla.

La entrada ¿Dónde reside el atractivo psicológico de la ultraderecha? se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>

¿Dónde reside el atractivo psicológico de la ultraderecha?

Acabamos de entrar en los años 20 y vemos como durante la última década han resurgido y ganado poder partidos de ideología de ultraderecha que a muchos nos ha hecho recordar aquello de que quienes olvidan su historia están condenados a repetirla. Los periodos de cambio y crisis implican el caldo de cultivo perfecto para que estos movimientos proliferen. Pero, ¿por qué realmente es así? ¿En qué procesos psicológicos se basa su éxito? ¿Para qué tipo personas o en qué tipo de estado deben encontrarse estas personas para que su mensaje resulte atractivo?

Desde mi visión como psicólogo español en Berlín haré un breve resumen de las principales variables y componentes psicosociales que entran en juego para poder responder estas cuestiones.

Nosotros – Ellos. La identidad social

Intenta recordar qué dijiste la última vez que tuviste que hablar sobre ti mismo. Probablemente te describiste, entre otras cosas, a través de un conjunto de etiquetas en relación a tus grupos de pertenencia (nacionalidad, profesión, margen de edad, rol familiar, equipo de futbol…), estos “in-groups” juegan un papel central en nuestra propia identidad, en cómo nos percibimos, en cómo queremos que nos perciban y en cómo percibimos al resto del mundo. Sin estos grupos de referencia los cimientos de nuestra identidad podrían resquebrajarse, pero, sin duda alguna, para algunos más que para otros.

La necesidad de pertenencia, de cohesión y de mantener una imagen positiva de nosotros y de los nuestros son necesidades básicas para los seres humanos, pero, hasta qué punto somos dependientes de satisfacer estas necesidades y hasta qué punto estamos dispuestos a llegar, para ello, dependerá de cada individuo en su contexto.

Las personas con identidad más rígida y dependiente del grupo con el que se identifican tienden a sentirse especialmente atraídas por las ideologías ultra. Estas suelen ser personas con poca tolerancia a la ambigüedad e incerteza. La necesidad de saber exactamente dónde está su lugar en el mundo puede llevarlas a abrazar la idea de que, básicamente, son el grupo al que pertenecen y de que su lugar puede únicamente estar junto a los miembros de éste. Sin su in-grupo estarían perdidas. Por ello, mientras más fácil les sea identificar a las personas de su mismo grupo mucho mejor, ya que con ellas tienen su sitio, con ellas están seguras, con ellas pueden ser “ellas”. Los signos distintivos como símbolos, vestimenta, habla e incluso características físicas o dogma ganan importancia dentro del grupo y pueden servir tanto para moldear a sus miembros acorde al prototipo de cómo tienen que ser, como de barreras para aquellos que no cumplen con este perfil.

Por otra parte, existe la tendencia humana a mantener una buena autoestima en relación a nuestra identidad social que, además, será promovida por nuestra sociedad. Decir “yo soy el mejor” está mal visto en nuestra cultura, pero decir “somos los mejores” no solo no está mal visto, sino que muchas veces se espera que lo defendamos.

Para mantener una distinción positiva de nuestro grupo, generalmente nos comparamos con otros y, en esta comparación, de una manera o de otra tenemos que salir ganando o, al menos, no perdiendo.
Una persona con una identidad individual más dependiente de la grupal, es decir, con una idea de su “yo” que solo cobra sentido dentro de su “nosotros”, mostrará mayor necesidad de mantener una imagen positiva de su grupo para mantener la autoestima alta; por ello, tenderá también a devaluar a los otros grupos con los que se compare, especialmente si se siente atacado (como veremos en el siguiente punto).

Un ejemplo utilizando prejuicios sería el madrileño que dice que el andaluz es flojo y el andaluz que dice que el madrileño no sabe cómo disfrutar la vida, o el berlinés que dice que el madrileño es flojo y el madrileño dice que el berlinés no sabe cómo disfrutar la vida, o el bávaro que dice que el berlinés es flojo y el berlinés que el bávaro no sabe cómo disfrutar la vida… es un ejemplo tonto, pero os podéis ir haciendo una idea de cómo funciona.

Estado de alerta

La percepción de amenaza potencia nuestro instinto de supervivencia, instinto primigenio que nos lleva a evitar o a luchar contra aquello que consideramos un peligro. Cuando este instinto animal toma las riendas de nuestra mente, nuestro raciocinio pasa a un segundo plano y se encarga básicamente de justificar que nuestros miedos no sean irracionales. La tendencia a desconfiar de aquellos miembros pertenecientes a grupos ajenos o “out-groups” pudo resultar muy adaptativa hace miles de años, cuando encontrarse con alguien de otra tribu realmente podía implicar un peligro, pero en la era de la globalización dejarse llevar por ese temor no solo resulta ilógico, sino inmoral.

A pesar de que el desconfiar de aquellos que calificamos como diferentes, como estrategia de supervivencia, debería haber quedado obsoleta, el instinto primigenio sigue existiendo y mientras mayor sea la amenaza percibida más fuerte será. Por ello, especialmente cuando estamos en estado de alerta, existe la tendencia en nuestra mente a prestar atención y a dar por buena toda aquella información que confirme nuestros temores. Por ejemplo: si pienso que los musulmanes son peligrosos y me mandan un vídeo de un hombre golpeando a doctoras y/o enfermeras en el que se dice que esta persona es un “moro” en un ambulatorio español, no solo voy a creérmelo de muy buena gana, sino que automáticamente voy a reenviar este video, entre otras cosas, para demostrar que mi miedo no es irracional.

No existe mayor arma de manipulación que el miedo y mientras más fácil sea de reconocer la fuente de éste, más conforme estará nuestra mente con ello. Existen personas que debido a su personalidad, entre otras variables, se encuentran continuamente en estado de alerta en relación a los “otros” (como veremos en el siguiente punto), pero también ha quedado demostrado que personas que en general no muestran prejuicios ni respuestas discriminatorias hacia otros grupos, lo harán cuando se perciban en peligro, es el “we first” cuando el riesgo es percibido como real. Desde este supuesto, la diferencia entre unos y otros estaría en la facilidad para sentirse amenazados, más que en la respuesta que se da ante estas amenazas.

Cuando se da un contexto de “lucha por recursos” entre grupos, ya sea esta real o simplemente percibida, la sensación de amenaza se maximizará, así como las respuestas discriminatorias hacia los miembros de estos out-groups competidores (si los inmigrantes no vienen a quitarnos el trabajo, vienen a vivir de ayudas). Es por ello que los partidos de ultraderecha se esmeran tanto en crear sentimientos de amenazas hacia supuestos enemigos que solo ellos se atreven a señalar. Es el comer miedo y vomitar odio, odio que une, odio que hace fuerte.

Una cuestión de personalidad

En relación a lo anteriormente dicho, existen ciertas personas que tienden a sentirse bajo continua amenaza en relación a esos “otros”. Podemos hablar principalmente sobre dos características de personalidad que cuando aparecen de forma marcada en un individuo, influyen fuertemente en su percepción de peligro en relación a sus out-groups.

La primera es el continuo de dominancia social. Una persona con fuerte orientación hacia la dominancia social percibe todo grupo ajeno como un competidor directo. En esta competición, si un grupo gana, el otro automáticamente pierde. Por lo tanto, existe una sensación de amenaza y una actitud defensiva continua respecto a estos potenciales competidores. Un ejemplo de esto sería: la persona que se posiciona en contra del derecho internacional de asilo a refugiados porque piensa que el dinero que implica acogerlos podría ser utilizado en mejores servicios sociales para ellos.

El segundo rasgo es el de autoritarismo. Las personas con altas puntuaciones en este rasgo muestran un respeto exagerado hacia los superiores, pero a su vez desdén y menosprecio hacia los que ostentan una jerarquía inferior. A estas personas les cuesta mucho lidiar con la ambigüedad y tienden a pensar en términos absolutistas: verdad o mentira, blanco o negro, nosotros o ellos, amigo o enemigo. Les gustan adherirse a las reglas porque producen conclusiones claras, rápidas y concisas.
Desde una perspectiva psicodinámica, los prejuicios que muestran puede ser proyecciones de impulsos inaceptables en relación a su grupo (como miedo, culpa o furia) hacia “out-groups”, por lo general, en jerarquía inferiores; lo que comúnmente conocemos como “chivo expiatorio”. Un ejemplo en este caso sería: la persona que también se posiciona en contra del derecho de asilo, pero porque piensa que los refugiados son un peligro para las mujeres.

Resumiendo y concretando, mientras las personas con altos niveles en dominancia social ven la competición como la regla de juego del mundo en el que viven, las personas con altos niveles en autoritarismo ven el mundo en términos de “o comes o te comen”, con el derecho a que las figuras con mayor autoridad creen las reglas de este juego.

 

El poder de los prejuicios

Un prejuicio es una idea representativa y, de alguna manera peyorativa, que se tiene sobre los miembros de un colectivo. Esta idea es estática (no cambia), se establece en términos absolutos (ni hay grados ni depende de nada) y vale para cualquier miembro del colectivo por el simple hecho de serlo (todos son iguales). Por ejemplo: Los gitanos son unos delincuentes. Lo son todos, siempre, en todos sitios y respecto a cualquier cosa.
No hace falta ser un genio para saber que la verdad no puede ser tan sencilla, entonces ¿por qué los prejuicios son tan poderosos? ¿Por qué existen en todas las culturas? ¿Por qué aun sabiendo que no son reales, en cierta manera, nos los seguimos creyendo?

Bueno, aparte de aumentar nuestra autoestima manteniendo esa distinción positiva de nuestro in-group devaluando al resto, pensar estereotipadamente es muy cómodo. ¿Para qué realizar el esfuerzo de revaluar la realidad por nosotros mismos si podemos simplemente dar por bueno lo que me dicen y ahorrarme el esfuerzo? Esto se da especialmente si el estereotipo confirma lo que nosotros ya pensábamos o sentíamos de antemano. Además, si estos estereotipos son negativos y los podemos definir como prejuicios, tenderemos a evitar el contacto con los miembros de estos grupos, (mejor prevenir que curar) o defenderemos su validez si justifican nuestros privilegios (dominancia social).

Pero si no son ciertos, ¿por qué no son automáticamente refutados? ¿Por qué se mantienen y se propagan con tantísima facilidad? Pues porque tampoco son falsos para quien se los cree y/o se los quiere creer, todo depende de cómo percibamos la realidad. Nuestra predisposición o actitud respecto a un tema o grupo será lo que determine como interpretemos los hechos.
Igual que con los miedos, existe la tendencia de nuestra mente a focalizarse y a dar por buena toda aquella información que confirme nuestras creencias, así como a minimizar o a ignorar aquella información que las ponga en duda.

El mundo es increíblemente complicado y nuestra mente no está dispuesta a lidiar con el hecho de que cada persona es diferente. Hay que obligarla a hacer el esfuerzo, tenemos que obligarnos a hacer el esfuerzo, el esfuerzo de no generalizar, de no presuponer, de relativizar y sobretodo de empatizar. El entrenamiento en anti-bias se hace esencial.

En conclusión

El objetivo de este artículo es el de informar superficialmente sobre elementos que influyen en una mayor tendencia a que ciertas personas se sientan identificadas con los mensajes típicos de la extrema derecha. Existen teorías psicológicas validadas sobre cómo combatir la intolerancia, los prejuicios y la discriminación, pero para ello escribiremos otro artículo en un futuro.

El mensaje que queremos hacer llegar con este artículo es que el sentirse atraído por este tipo de ideología no es una cuestión de blanco o negro, de ser un ultra o no, racista o no racista, intolerante o tolerante. Por muy atractiva que sea la idea de demonizar a quienes defienden estos principios, con ello solo lograremos reafirmarlos en sus creencias (nosotros vs ellos). La realidad es, como siempre, cuestión de grises y no hay que olvidar que todos tendemos a interpretar nuestro mundo de manera sesgada y a actuar acorde a estos sesgos.
Defender la tolerancia, la diversidad, la dignidad de todas y de todos, implica mirar con perspectiva pero, sobre todo y a pesar de todo, implica empatizar. Debemos recordar que estos valores no son objetivos ya que nunca pueden ser completamente alcanzados, sino que son direcciones de vida que tendremos que tener en cuenta a cada paso que demos, y esto requerirá de un esfuerzo constante, especialmente en situaciones de peligro percibido en las que nuestro instinto de conservación se hace fuerte.

Ser conscientes de cómo funciona la mente en relación a estos temas, tanto en nosotros mismos como en los otros, nos facilita el poder decidir en vez de reaccionar, decidir si vamos a vivir acorde a nuestros miedos o acorde a nuestros principios.

 

D.Guerra

 

Referencias bibliográficas:

  • Jones, J. M., Dovidio, J. F. & Vietze, D. L. (2014). The Psychology of Diversity: Beyond Predujice and Racism.
  • Pelechano, V. (2000). Dimensiones socioactitudinales de la personalidad: autoritarismo, derivados y propuesta. Psicología Sistemática de la Personalidad (pp. 241-288).
  • León Rubio, J. M., Barriga Jiménez, S. y Gómez Delgado, T. (1998). Estereotipos prejuicios y discriminación. Psicología Social: Orientaciones Teóricas y Ejercicios Prácticos (pp. 133-142).
  • Loscertales Abril, F. (1998). Construcción social de la identidad personal. Psicología Social: Orientaciones Teóricas y Ejercicios Prácticos (pp. 143-160).

Fotografía de portada de Nijwam Swargiary en Unsplash

La entrada ¿Dónde reside el atractivo psicológico de la ultraderecha? se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>
https://psicologiamigrante.com/atractivo-psicologico-ultraderecha/feed 0
Berlin, conflictos existenciales en una ciudad bipolar https://psicologiamigrante.com/berlin-conflictos-psicologicos https://psicologiamigrante.com/berlin-conflictos-psicologicos#respond Wed, 04 Sep 2019 12:00:47 +0000 http://psicologiamigrante.com/?p=1131 Berlín, conflictos existenciales en una ciudad bipolar El empezar a vivir en otra cultura y tener que adaptarse a ella se considera generalmente un suceso “crítico” en la vida de cada persona, que al mismo tiempo puede ser tomado como punto de inflexión en su evolución personal. Es un periodo

La entrada Berlin, conflictos existenciales en una ciudad bipolar se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>

Berlín,
conflictos existenciales en una ciudad bipolar

El empezar a vivir en otra cultura y tener que adaptarse a ella se considera generalmente un suceso “crítico” en la vida de cada persona, que al mismo tiempo puede ser tomado como punto de inflexión en su evolución personal. Es un periodo en el que nos replanteamos nuestra propia existencia, nuestra propia identidad, quiénes somos en relación a de dónde venimos y a dónde estamos o vamos. Lógicamente no todos los sitios donde uno pueda estar son iguales, no todos tendrán el mismo impacto y no todos los lugares le exigirán tanto a nuestro propio sentido del yo como lo hará Berlín.

La mayoría de los berliners de adopción estarán de acuerdo cuando se dice que Berlín es una ciudad bipolar, capaz de ofrecer y de sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Una ciudad tan mágica como gris, tan excitante como depresiva, tan repleta de oportunidades como de barreras, tan diversa como desoladora, donde uno es completamente libre de ser nadie. Es la ciudad en la que los extremos se tocan. Es, sin duda alguna, una ciudad única que será vivida de manera diferente por cada uno de nosotros. No obstante, de manera más o menos general sí que existen ciertos conflictos existenciales que los migrantes podemos vivir o haber vivido en esta apasionante ciudad. En este artículo intentaré hacer un breve repaso de algunos de ellos.

¿Vale la pena?

Es, en principio, una cuestión de sopesar los costes y beneficios de vivir aquí, de ponerlo todo en una balanza y que pese más lo positivo.

En mi opinión, Berlín tiene la singularidad de que esa fase inicial de idealización, de “honeymoon” en la que todo lo nuevo y diferente nos apasiona, se mantiene mucho más tiempo de lo que podría hacerlo en otros lugares. Nos enorgullece decir que formamos parte de esta ciudad; una ciudad libre, abierta, socialmente comprometida y donde todos somos jóvenes sin importar la edad. Sin embargo, las dificultades no tardarán en inundarnos.

“El mudarse cada 3 meses es parte del encanto berlinés”, “el anmeldung son los padres”, “con Lieferando gano dinero y hago ejercicio”, “para trabajar de lo mío necesito el anerkennung”, “para el anerkennung necesito un mínimo de B2”, “serían dos años de cursos de alemán y curros de mierda”, “quizás con un minijob y el Job Center pueda sacármelo en un año…”, “el Job Center no me da la ayuda, ¿Qué es eso de pflichtversichert?”, “¡Tengo que hacer la declaración de la renta!”…

Cada persona es como un barril con su capacidad limitada para cuanto estrés pueda abarcar. Algunos barriles son mayores, otros menores; algunos ya están llenos, otros casi vacíos; pero sea como fuere, este tipo de dificultades van llenando nuestro barril de estrés, lo van llenando a veces hasta desbordar.

El clima, la familia y amigos, el idioma, la cultura y su gente, la perdida de estatus… también son algunos de los duelos por los que un migrante suele pasar. Sentimientos de frustración e ira, de incertidumbre y miedo, de tristeza, soledad y resignación; sentimientos que formarán parte, en mayor o menor grado, de estos duelos migratorios. Del mismo modo lo hará la aceptación, la reevaluación y la búsqueda de sentido ante estás dificultades, el aprendizaje adaptativo y la capacidad de reinventarnos. Pero, ¿vale la pena? ¿Vale la pena tanto sufrimiento para alcanzar nuestros objetivos?

Seguramente valga la pena si disfrutas el camino. Muchos nos fuimos con más sueños que planes, con más ganas que ideas, con la mente abierta y los ojos cerrados, y es por eso que nos caemos tan fácilmente como nos volvemos a levantar.  A pesar del esfuerzo, del sentimiento de injusticia, rechazo o sensación de menosprecio, hoy vale la pena si crees que de todo esto se puede sacar algo positivo, si aprendes a como ir vaciando tu barril o hacerlo más grande, si aprendes a ser resiliente, a controlar tu balanza, a volverte a levantar. Pero todo esto necesita práctica y la práctica necesita tiempo, tiempo y esfuerzo.

¿Valió la pena? La experiencia precede al sentido de la misma, por lo tanto, quien no lo intentó nunca lo sabrá.

Felicidad inducida, tristeza existencial

Sí, hablemos de drogas. Esta es una ciudad libertina casi por tradición y esto no quiere decir para nada que la mayoría de los que disfrutan la noche berlinesa se droguen, pero estaríamos negando o evitando la realidad si no reflexionáramos aquí sobre este tema y sobre lo que esto implica.

El precio real de la felicidad inducida es la tristeza existencial. Resacas en las cuales los niveles de serotonina decrecen como efecto opuesto al subidón del fin de semana, en busca de una homeostasis, un nivel intermedio que mantenga un control emocional suficiente para interpretar la realidad lo más adaptativamente posible.

El principal problema es que el efecto “positivo” de la sustancia cada vez será menor, ya que el cuerpo se acostumbrará a él, por lo que harán falta mayores cantidades para llegar al mismo nivel. Por otro lado, el efecto opuesto cada vez será más intenso y durará más (especialmente si las cantidades aumentan). Los síntomas de este efecto opuesto son parecidos a los que una persona con depresión y/o ansiedad pueda tener. Sin embargo, estos síntomas deberían desaparecer en cuanto los niveles de serotonina se reestableciesen.

La realidad es que no siempre es así, estas experiencias tan intensas pueden desarrollar y/o desencadenar problemas psicológicos más graves y estables. En muchas ocasiones, la necesidad de evitar estos estados emocionales desagradables más duraderos, será lo que afiance el consumo y lo mantenga, generando problemas de adicción.
Está claro que muchas variables entran aquí en juego, pero es un hecho que la mente necesita equilibrio y es muy difícil permanecer con los pies en la tierra para aquellos que cada semana van del cielo al infierno.

El precio de la libertad

En la revista Desbandada citaban la siguiente reflexión de un migrante peruano: “Berlín te deja llevar hasta donde quieran tus deseos… pero si luego vas y te arrepientes no te recoge en sus brazos como una madre. Te deja ahí tirado con tus diablos”.
La cultura berlinesa es sin duda alguna de corte individualista. Aquí se respeta mucho las libertades de cada persona y su independencia, lo cual es bastante atractivo, pero como todo, implica un lado oscuro: Eres el único responsable de lo que hagas y/o de lo que vayas a hacer.

En general, nadie te va a ayudar si no lo pides explícitamente. Además, se da por hecho que, si estás en situación de ayuda, sea del tipo que sea, debe ser el estado quien te la ofrezca. El problema es que la ayuda al estado no se pide, se solicita, y solicitar ayuda oficialmente mediante los mecanismos burocráticos correspondientes es para un migrante una gran fuente de estrés que puede llevar a una situación de indefensión, con todo lo que esto implica.

Volviendo a las metáforas. A mí, vivir en Berlín siempre me pareció como vivir en una nube. Estás en el cielo, volando cerca del sol, pero a su vez todo es gris, efímero y a veces confuso. Puedes mirar hacia abajo y observar un panorama increíble “the big picture”, pero si miras hacia el frente solo encontrarás niebla tan densa que será difícil ver más allá de tu propio ombligo.
Estamos rodeados de gente que no conocemos, quedar con alguna amistad implica un viaje de 40 minutos de media, puede que nuestro grupo cada vez se haga más pequeño porque la gente vuelve, y conocer a personas autóctonas resulta generalmente complicado.

Venimos de una cultura bastante más colectivista, especialmente si procedes de ciertos países latinoamericanos. Necesitamos el contacto de los otros, lo necesitábamos antes de emigrar y lo necesitamos especialmente ahora que somos migrantes.
El apoyo social es el recurso más importante que un expatriado pueda tener. Existen asociaciones como la Oficina Precaria o La Red donde se nos puede ayudar con cuestiones burocráticas, existen páginas en Facebook como Españoles en Berlín donde la gente se apoya mutuamente (cuando no se están insultando) y donde echar unas risas de vez en cuando, existen profesionales como un servidor si necesitas apoyo psicológico, pero sobretodo, existe gente como nosotros por todos lados que necesitan tener amigos con los que tomarse una cerveza, reír y dejar de lado por un rato sus preocupaciones, o hablar de ellas, o pedirnos ayuda para la siguiente mudanza.

En una gran ciudad de corte tan individualista es mucho más complicado establecer y mantener contacto social, pero personalmente pienso que VALE LA PENA el esfuerzo.

¿Quién soy?

No tengo ni idea, pero si vives aquí, Berlín forma parte ti.

D. Guerra – Psicólogo Migrante

La entrada Berlin, conflictos existenciales en una ciudad bipolar se publicó primero en Psicología Migrante.

]]>
https://psicologiamigrante.com/berlin-conflictos-psicologicos/feed 0